Nadie podría definirse a la perfección, pero todos sabemos en el fondo rasgos referenciales de cada uno de nosotros. En el mío, por ejemplo, sé que normal no soy, y aunque me pesa en ciertas ocasiones, como llenar exámenes psicotécnicos y dibujar en una entrevista a un hombre bajo la lluvia, esperando que coloques un paraguas y no lo pones, asumes desde ya; que quien sea capaz de confiar en ti , sea en el trabajo o en una relación amical, es porque también sufre de algún tipo de desequilibrio.
Pues sí, así es mi vida, nadie niega que he pasado las de caco y quico, que he sufrido las enfermedades por orden alfabético, y hasta he padecido en algunos momentos la no descubiertas, o quizá, simplemente encima de todo soy hipocondriaca.
Si me preguntan a que le temo, las respuestas serían igual de innumerables que la lista de créditos de star wars. Y es que, a pesar que mi actuar diario es de la mujer de hierro, la que no siente, la que no sufre, la que jamás se compadece, lo cierto es que hay una niña temerosa de todo un entorno que considera dañino. No soy capaz de adaptarme a mi sociedad, lo admito; y en la sonrisa que todos ven día a día en múltiples conversaciones con los que me rodean, no hay más que el secreto más profundo de mi inseguridad y mis traumas sociales.
Es difícil contemplar en cada segundo de tu existencia que eres dos personas, que eres y te comportas de dos maneras totalmente opuestas y diferentes y que no sabes aun como atar tu locura a solo el recuerdo del pasado. Es cruel saber que no hayas aun un equilibrio, y que en el fondo, muy en el fondo tampoco quieres llegar a encontrarlo porque entre las cosas que te atemorizan está el cambio, ser diferente, y mucho más ser normal.
¿Podrías imaginar entonces que es entrega para mí?, mejor dicho ¿cabe hablar de entrega en una persona como yo? Siendo dos personas completamente distintas, una orgullosa y fría, y otra cariñosa y temerosa. Es un acertijo para el que aun no hallo respuesta.
Es decir, no podría llegar a amar totalmente porque le tengo miedo también al amor. Y si es que la otra está de turno y tiene el espíritu aventurero se lanzará al ruedo… pero cuando reflexione y se mire al espejo aceptará entre sollozos que tiene miedo, que le tiene miedo al sufrimiento, al error.
Y racionalmente abstrayéndote para ver el asunto como un tercero, aceptaríamos todos que el error no es tan malo, que hará que aprendamos que progresemos, que nos “superemos” en el lenguaje hegeliano. Pero, para una mayor comprensión habrá que imaginarse a un pequeño niño que llega al cuarto de su madre a pedir auxilio cuando se vea recostado en la noche abismalmente negra, la madre como es de esperar le explicará que en las noches no sucede nada malo, que no vendrá el cuco, que debe sentirse seguro y que siempre estará a su lado. La explicación no lo cubrirá ni le quitará el temor, y se terminará acostando con la madre aunque el esposo lo acepte de mala gana
Es similar, exactamente eso me sucede. Y es que entiendo que hay cosas completamente necesarias para la superación, pero parte de ese proceso es el sufrir: Y le tengo miedo al sufrimiento.
Cada día me conozco más conociendo al resto, cada día me realizo más estudiando al resto y graciosamente también al pasar cada mañana logro entender con más claridad que el resto está más loco que yo porque ni siquiera saben los traumas que padecen.
Volviendo al tema planteado, conociendo que le tienes miedo a sufrir, al amor, al error, la pregunta concluyente es ¿Podré algún día amar? ¿Podrá algún día alguien amarme realmente con el mundo completamente confuso que represento? Si bajo las sábanas no soy capaz de querer sin reservas, si no soy capaz de arriesgarme, si no soy capaz de confiar, si no soy capaz de aceptar la posibilidad del error porque se trata de un riesgo. Y si más aun, la otra solo sale para defender su orgullo ante cualquier situación que pueda hundirla en su “yo afectivo” ¿Qué persona humanamente soportable puedo ser?
¿De que serviría tener tanto para dar, para entregar, si el miedo interno lo consume? Es como si el cariño entrara en un círculo vicioso, en una culpa interna, porque como el temor es gigantesco y el orgullo lo sostiene, simplemente no me permito amar – y no sé si es que en algún momento pueda.
Quizás, -pienso- que cuando he creído estar al borde del amor, del verdadero amor al que entro por decisión propia y guiada por mi espíritu aventurero que surge más fuerte algunas mañanas, el temor se reduce, mi orgullo se esconde; y de pronto me encuentro en un lugar no antes visto, un suelo movedizo, un olor en el ambiente que me encandila manteniéndome en el suspenso. Y lo único que me hace permanecer allí es saber que no estoy sola. Que estoy viviendo esa experiencia acompañada de otro ser humano y que cualquier sensación ya sea dolorosa o que nos brinde grandes satisfacciones la pasaremos juntos. Esa es mi llave y mi visa para mantenerme en ese mundo totalmente riesgoso, porque de otra manera sería insostenible mi existencia en el.
La pregunta más compleja aun es ¿Cómo llegas a saber que el otro realmente te quiere? ¿Es válido el riesgo a pesar que se trate de un factor meramente subjetivo?
Es así, como termino de concluir que estoy más loca de lo que yo creía. Pues, si no sé que me pueden amar verdaderamente, no puedo arriesgarme, si no me puedo arriesgar por temor, jamás podré amar, si no puedo amar… viviré eternamente sola como he venido haciéndolo desde que nací – porque la compañía no es de cuerpos sino de mentes.
¿Y la ilusión y el sueño en que el otro te quiere? – preguntaría un suspicaz-, Eso, justamente eso, no está hecho para mi.
Pues sí, así es mi vida, nadie niega que he pasado las de caco y quico, que he sufrido las enfermedades por orden alfabético, y hasta he padecido en algunos momentos la no descubiertas, o quizá, simplemente encima de todo soy hipocondriaca.
Si me preguntan a que le temo, las respuestas serían igual de innumerables que la lista de créditos de star wars. Y es que, a pesar que mi actuar diario es de la mujer de hierro, la que no siente, la que no sufre, la que jamás se compadece, lo cierto es que hay una niña temerosa de todo un entorno que considera dañino. No soy capaz de adaptarme a mi sociedad, lo admito; y en la sonrisa que todos ven día a día en múltiples conversaciones con los que me rodean, no hay más que el secreto más profundo de mi inseguridad y mis traumas sociales.
Es difícil contemplar en cada segundo de tu existencia que eres dos personas, que eres y te comportas de dos maneras totalmente opuestas y diferentes y que no sabes aun como atar tu locura a solo el recuerdo del pasado. Es cruel saber que no hayas aun un equilibrio, y que en el fondo, muy en el fondo tampoco quieres llegar a encontrarlo porque entre las cosas que te atemorizan está el cambio, ser diferente, y mucho más ser normal.
¿Podrías imaginar entonces que es entrega para mí?, mejor dicho ¿cabe hablar de entrega en una persona como yo? Siendo dos personas completamente distintas, una orgullosa y fría, y otra cariñosa y temerosa. Es un acertijo para el que aun no hallo respuesta.
Es decir, no podría llegar a amar totalmente porque le tengo miedo también al amor. Y si es que la otra está de turno y tiene el espíritu aventurero se lanzará al ruedo… pero cuando reflexione y se mire al espejo aceptará entre sollozos que tiene miedo, que le tiene miedo al sufrimiento, al error.
Y racionalmente abstrayéndote para ver el asunto como un tercero, aceptaríamos todos que el error no es tan malo, que hará que aprendamos que progresemos, que nos “superemos” en el lenguaje hegeliano. Pero, para una mayor comprensión habrá que imaginarse a un pequeño niño que llega al cuarto de su madre a pedir auxilio cuando se vea recostado en la noche abismalmente negra, la madre como es de esperar le explicará que en las noches no sucede nada malo, que no vendrá el cuco, que debe sentirse seguro y que siempre estará a su lado. La explicación no lo cubrirá ni le quitará el temor, y se terminará acostando con la madre aunque el esposo lo acepte de mala gana
Es similar, exactamente eso me sucede. Y es que entiendo que hay cosas completamente necesarias para la superación, pero parte de ese proceso es el sufrir: Y le tengo miedo al sufrimiento.
Cada día me conozco más conociendo al resto, cada día me realizo más estudiando al resto y graciosamente también al pasar cada mañana logro entender con más claridad que el resto está más loco que yo porque ni siquiera saben los traumas que padecen.
Volviendo al tema planteado, conociendo que le tienes miedo a sufrir, al amor, al error, la pregunta concluyente es ¿Podré algún día amar? ¿Podrá algún día alguien amarme realmente con el mundo completamente confuso que represento? Si bajo las sábanas no soy capaz de querer sin reservas, si no soy capaz de arriesgarme, si no soy capaz de confiar, si no soy capaz de aceptar la posibilidad del error porque se trata de un riesgo. Y si más aun, la otra solo sale para defender su orgullo ante cualquier situación que pueda hundirla en su “yo afectivo” ¿Qué persona humanamente soportable puedo ser?
¿De que serviría tener tanto para dar, para entregar, si el miedo interno lo consume? Es como si el cariño entrara en un círculo vicioso, en una culpa interna, porque como el temor es gigantesco y el orgullo lo sostiene, simplemente no me permito amar – y no sé si es que en algún momento pueda.
Quizás, -pienso- que cuando he creído estar al borde del amor, del verdadero amor al que entro por decisión propia y guiada por mi espíritu aventurero que surge más fuerte algunas mañanas, el temor se reduce, mi orgullo se esconde; y de pronto me encuentro en un lugar no antes visto, un suelo movedizo, un olor en el ambiente que me encandila manteniéndome en el suspenso. Y lo único que me hace permanecer allí es saber que no estoy sola. Que estoy viviendo esa experiencia acompañada de otro ser humano y que cualquier sensación ya sea dolorosa o que nos brinde grandes satisfacciones la pasaremos juntos. Esa es mi llave y mi visa para mantenerme en ese mundo totalmente riesgoso, porque de otra manera sería insostenible mi existencia en el.
La pregunta más compleja aun es ¿Cómo llegas a saber que el otro realmente te quiere? ¿Es válido el riesgo a pesar que se trate de un factor meramente subjetivo?
Es así, como termino de concluir que estoy más loca de lo que yo creía. Pues, si no sé que me pueden amar verdaderamente, no puedo arriesgarme, si no me puedo arriesgar por temor, jamás podré amar, si no puedo amar… viviré eternamente sola como he venido haciéndolo desde que nací – porque la compañía no es de cuerpos sino de mentes.
¿Y la ilusión y el sueño en que el otro te quiere? – preguntaría un suspicaz-, Eso, justamente eso, no está hecho para mi.
Es que no estamos en un mundo donde puedas tomar el riesgo de abrirte a alguien, de mostrarle y dedicarle tus sentimientos sin la seguridad de que te corresponderá. Es que, realmente, sorprenderá a la gente lo calculadores que pueden llegar a ser los locos. Aunque, claro, locos se le llamará siempre al grupo minoritario, sea sobre una opinión, un estilo de vida, incluso una religión... Bueno, como dice una canción "el amor es como Don Quijote, sólo recupera la cordura para morir". Aunque a veces pienso que el problema entre cuerdos y locos respecto al amor, es que los primeros tienen miles de relaciones, pero pocas reales, mientras que los locos se limitan únicamente a tener las reales. ¿Será porque los locos tienden a ser solitarios y es como con la luz, que mientras más tiempo pases a oscuras, más valorarás y contemplarás la luz cuando la tengas?
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